El Monasterio de San Salvador, en Palacios de Benaver, es sin duda una grata sorpresa para todos los peregrinos y viajeros que se aproximan hasta sus muros. Este monasterio, remota su creación a los primeros siglos de la Cristiandad en España. S.
De los 28 monasterios religiosas benedictinas existentes en España, el de Palacios de Benaver es quizás uno de los menos conocidos y sin embargo no de los menos interesante.
El Monasterio de San Salvador se sitúa en el costado oriental a unos 20 Km. de Burgos. El clima de esta zona es de tipo continental, meseteño, por ser ésta una región de páramos, de vientos norteños y del oeste, con inviernos largos y fríos y veranos cortos y calurosos. El Monasterio, no obstante, se halla protegido al abrigo de los vientos fríos, al pie de las colinas de donde desciende un manantial.
El nombre de Palacios parece provenir de la residencia real que Fernando III el Santo poseía en esta zona. El rey acostumbraba a retirarse a descansar del bullicio de la corte y según la crónica, rezaba con las monjas que habitaban un convento próximo. Es también posible que el Monasterio fuera visitado en el año 1218 por Santo Domingo de Guzmán.
El primer documento histórico que cita este monasterio es del año 1231, como patrimonio de la
Casa de Lara y ya habilitado por monjas benedictinas. Al morir el Conde de Lara, sus hijas, teniendo el convento por herencia, pero estando casadas en tierras lejas, vendieron sus derechos al Obispo de Burgos, Don Juan, que era en esa ocasión Canciller Mayor del Reino.
Casa de Lara y ya habilitado por monjas benedictinas. Al morir el Conde de Lara, sus hijas, teniendo el convento por herencia, pero estando casadas en tierras lejas, vendieron sus derechos al Obispo de Burgos, Don Juan, que era en esa ocasión Canciller Mayor del Reino.
En 1470, encontramos un nuevo documento en el que el rey Enrique IV da su conformidad a la anexión de Santa Cruz de Valcárcel a la abadía, con lo que la superficie patrimonial del monasterio abarcaba más de 80 pueblos. En esa época, en el siglo XV, el poder del Monasterio llegó a ser inmenso, convertido en la práctica en un Señorío Feudal. La jurisdicción permitía a la Abadesa elegir y nombrar Alcaldes en Palacios, Valcárcel y Montorio, pudiendo romper su clausura para ir a visitar las tierras, pedir cuentas y sancionar patrimonios.
De esta época datan los curiosos tributos que el Monasterio percibía de sus vasallos y vecinos. Así las CALOÑAS o tributos de Señoríos, el YANTAR consiste en la entrega de una gallina por Navidad, el NUNCIO que se pagaba a la muerte de un vasallo y la mañería, por la cual la abadía heredaba una parte o bien la totalidad de la herencia de quien, al morir, no tuviera descendencia.
Los siglos XVI, XVII y XVII fueron de relativa calma para y prosperidad para el Monasterio de San Salvador. Las preocupaciones mundanas apenas vinieron a tumbar la paz secular del convento. El Padre Flórez, autor de la “España Sagrada”, cita que estuvo en el Archivo de la Abadía de Palacios.
Los conflictos y turbulencias del siglo XIX, tampoco hicieron mella en la vida monástica. La Desamortización, que tan nefasta fue para la vida de los monasterios españoles, apenas afectó a éste de San Salvador, que estuvo permanentemente habilitado, si bien perdió gran parte de sus posesiones.
A finales de la pasada centuria, se creó el Colegio para niños, que luego se denominó Escuela- Hogar, que aún hoy perdura y que se componía de dos secciones: un colegio- internado comarcal y un colegio externo para el pueblo de Palacios.
A raíz de la refundación de la Abadía de Santo Domingo de Silos, se inició una estrecha relación entre ambas comunidades benedictinas, fruto de la cual es la especial dedicación que el Canto Gregoriano goza en Palacios.
Aunque la leyenda pretende remontar el convento de Palacios de Benaver al siglo VI, lo cierto es que los restos conservados son bastante más modernos: la iglesia es fruto de diversas intervenciones que abarcan desde lo románico hasta lo renacentista, y el convento propiamente dicho es una obra clasicista.
La iglesia eclesiástica presenta al exterior una traza compleja por la mezcla de elementos de distintas épocas, si bien su plano general corresponde al gótico del siglo XIII. Tiene un ábside semicircular en el que se halla el retablo mayor, obra del siglo XVIII, con numerosas imágenes de santos en nichos. En el presbiterio se halla una interesante pintura barroca en la que se narra el legendario martirio de la comunidad de monjas por los sarracenos. En el absidiolo de la cabecera se halla la capilla de los Manrique. En ella se encuentra el sepulcro de Garci Fernández Manrique, Teresa de Zúñiga y su primogénito Pedro Fernández de Manrique, restauradores del convento a finales del siglo XIII. Sus estatuas yacentes están talladas en madera de nogal y fueron realizadas a comienzos del siglo XIV.
Entre las obras del convento sobresale el impresionante Cristo románico tallado en madera, realizado a finales del siglo XII. Es una talla de tamaño natural, estilizada y con cierto aire manierista.
El convento guarda una imagen de una Virgen gótica de marfil, que representa a Nuestra Señora de Trapani, cuya antigüedad puede remontarse a la primera mitad del siglo XIV.
El claustro mantiene la austeridad del conjunto, con arcos que descansan en pilastras sin capitel ni adornos, salvo una imposta rectangular y llana. Hay algunas tablas con relieves de gran valor artístico, algunas de las cuales se cree que pertenecieron al primitivo altar mayor del siglo XVI.
En cuanto a la Comunidad de religiosas diremos que la formada por las de Palacios, esta compuesta hoy en día por una de religiosas.
El claustro mantiene la austeridad del conjunto, con arcos que descansan en pilastras sin capitel ni adornos, salvo una imposta rectangular y llana. Hay algunas tablas con relieves de gran valor artístico, algunas de las cuales se cree que pertenecieron al primitivo altar mayor del siglo XVI.
En cuanto a la Comunidad de religiosas diremos que la formada por las de Palacios, esta compuesta hoy en día por una de religiosas.
Sigue la Regla de San Benito (480-547 A.D.), Patriarca de los monjes de Occidente, cuyo espíritu fue extendiéndose por Europa paulatinamente. Un grupo de fieles cristianas sienten la llamada de Dios y deciden vivir en comunidad, a la búsqueda de un medio ambiente propicio para el desarrollo de esa vocación. Y como norma de vida en común eligen esa regla milenaria que ha demostrado su eficacia a lo largo de los siglos.
Prescindiendo de los servicios que prestan con su trabajo en las diversas actividades que ejercen dentro del monasterio, es evidente que las monjas y monjes benedictinos, tanto en Benaver como en los demás monasterios, realizan una función especialmente social, pues se consagran fundamentalmente al servicio de Dios en la meditación continua de su Palabra y en la alabanza divina, obra que realizaban en nombres de toda la Humanidad y que responde al fin último de la creación, ya que Dios creó al hombre para su servicio y gloria.
La labor cotidiana de toda comunidad benedictina debe encaminarse hacia la alabanza a Dios por medio de Nuestro Señor Jesucristo, en comunidad y por medio de una liturgia ofrecida con diligencia y perseverancia. Por otra parte, señala el fundador, los símbolos e instrumentos del trabajo benedictino han de ser la Cruz, los libros y el arado, significando así la labor manual, intelectual y artística, llevada a cabo fielmente y en silencio interior y exterior.
Resumiendo las funciones de la vida monástica podemos decir que las aportaciones son: ofrecer alabanza, oración y sacrificio por las necesidades de toda Humanidad; desarrollar el patrimonio cultural, artístico y espiritual y por último brindar un lugar de retiro, lleno de paz y silencio.
La vida dentro del Monasterio está admirablemente ordenada. Es equilibrada, simple, austera, recogida. Vida muy propicia al florecimiento de la vida espiritual y a la práctica de las virtudes cristianas y la oración.
Resumiendo las funciones de la vida monástica podemos decir que las aportaciones son: ofrecer alabanza, oración y sacrificio por las necesidades de toda Humanidad; desarrollar el patrimonio cultural, artístico y espiritual y por último brindar un lugar de retiro, lleno de paz y silencio.
La vida dentro del Monasterio está admirablemente ordenada. Es equilibrada, simple, austera, recogida. Vida muy propicia al florecimiento de la vida espiritual y a la práctica de las virtudes cristianas y la oración.
La regla de oro de San Benito, el famoso, “ora et Labora”, es seguida de forma escrupulosa. Por lo que respecta a la oración, siete veces al día, según prescribe la regla benedictina, acuden las religiosas al coro para la celebración comunitaria de la Liturgia de las Horas y la Santa Misa. Pero además de la oración en comunidad, liturgia, hay un tiempo dedicado a la oración privada, la meditación, la lectura espiritual y la oración personal.
En cuanto al trabajo, cada religiosa tiene encomendada una labor determinada, a la que dedica sus mayores empeños, teniendo en cuenta su preparación, la edad o las condiciones físicas. La enseñanza en el Colegio adjunto, la limpieza y el mantenimiento de las instalaciones conventuales, la cocina, la huerta, el taller de confección, la artesanía, la atención y cuidado de la Hospedería, la administración, el estudio…, éstas y otras son algunas de las tareas que realizan a diario las religiosas que hoy en día habitan el Monasterio de San Salvador de Palacios de Benaver. Todo ello con una alegría que sorprende al visitante, alegría que es el fruto de la paz interior y de la unión permanente con Dios.
Muchas comunidades benedictinas ofrecen la posibilidad de compartir, siquiera sea por unos días, su vida de trabajo y oración. Para ello han creado hospederías adjuntas al Monasterio, con el fin de alojar a quienes lo deseen, habitualmente por módicos precios.
Esta comunidad de Palacios no es una excepción. En lo que fuera antaño establo de ganado, se han acondicionado nueve excelentes habitaciones, dobles o individuales, algunas con baño completo. Los huéspedes son atendidos por la Hermana Hospedera, quien sirve además las comidas, desayuno, almuerzo, merienda y cena, en el comedor contiguo. La cocina del Monasterio de Palacios está considerada como una de las mejores entre los monasterios de esta zona, tanto por la calidad y cantidad de comida, como por la originalidad de sus recetas, algunas muy antiguas.
Los huéspedes pueden asistir, si lo desean, a los actos litúrgicos de la comunidad en la iglesia monástica. La comunidad espera de los huéspedes el comportamiento requerido por la vecindad de la clausura, aplicando de forma estricta las normas marcadas al efecto y asistiendo puntualmente a los horarios señalados para las comidas y la hora del cierre. Los huéspedes también tienen a su alcance una variada posibilidad de realizar visitas, paseos y excursiones, durante sus horas de ocio.
Los huéspedes pueden asistir, si lo desean, a los actos litúrgicos de la comunidad en la iglesia monástica. La comunidad espera de los huéspedes el comportamiento requerido por la vecindad de la clausura, aplicando de forma estricta las normas marcadas al efecto y asistiendo puntualmente a los horarios señalados para las comidas y la hora del cierre. Los huéspedes también tienen a su alcance una variada posibilidad de realizar visitas, paseos y excursiones, durante sus horas de ocio.
En los contornos del monasterio pueden realizarse diversos paseos a pie o en bicicleta, de corta duración.La tradición jacobea de Palacios sigue viva y se perpetúa de forma explícita en la acogida que a todo caminante, peregrino o viajero.
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