miércoles, 26 de mayo de 2010
ENTREVISTA: Hermana María Pilar Tejada: Madre Abadesa de la Comunidad
María Pilar Tejada nació en la capital de Castilla el 6 de agosto de 1956. Ya de pequeña se vinculó al monasterio que iba a regir, pues hizo sus estudios de Bachilletaro en Palacios. Tras los años de estudios universitarios, sintió la llamada de Dios a la vida contemplativa e ingresó en la abadía de Palacios de Benaver en el año 1985, para emitir sus votos temporales el 6 de agosto de 1987. En su vida como monja benedictina ha desempeñado diferentes servicios. Fue Maestra de Novicias y Superiora en su monasterio. Fuera de él desempeñó la tarea se Secretaria de la Sociedad de Estudios Monásticos entre 1997 y 2005, año en que fue elegida Vicepresidenta de la misma. Finalmente, el 14 de septiembre de 2009, su convento le confió un nuevo e importante servicio: el de abadesa conventual.
1ª.- ¿Por qué has elegido esta vocación?
En un momento de mi vida me sentí llamada por Dios, seducida por la persona de Jesús de Nazaret. Y, después de hacer un largo discernimiento, decidí poner a Dios en el centro de mi vida, embarcarme en la apasionante aventura de seguir a Jesús en la vida monástica. Me atraía su vida, sus sentimientos, su relación y comportamiento con las personas, especialmente con las que más sufrían.
Se que es una vocación no fácil de entender. También resulta difícil explicar lo que se siente cuando una es llamada. En mi caso notaba que a mi vida le faltaba sentido, tenía todo lo que una chica de 25 años podía tener: una carrera universitaria terminada, un novio del que estaba enamorada, amigas, coche, posibilidades para viajar y, sin embargo, me encontraba vacía. Desde el momento en que me encontré con la persona de Jesús y le hice un hueco en mi corazón, todo adquirió una luz nueva y un nuevo sentido.
Al monasterio no me trajo el fracaso ni el miedo a la vida ni la comodidad, me trajo solamente el amor a Jesús y a la humanidad. Si opté por separarme físicamente del mundo, por retirarme, fue porque quería tener unas condiciones de silencio y soledad que me ayudaran a encontrarme con Dios y a seguir de forma radical a Jesús.
Y me traje conmigo, dentro de mi corazón a mis hermanos los, hombres, sus gozos, sus dolores, sus anhelos... Y puedo asegurarte que el vivir desde Dios te acerca mucho más a las personas. Nunca, creo, haber estado tan cerca de mis hermanos y hermanas, ni tan en comunión con las víctimas del mundo de hoy como ahora. Es imposible contemplar a Dios como Padre sin vivir la fraternidad, sin pensar en sus hijos, sin amar sus vidas, sin compartir sus sufrimientos.
2.- ¿Cuántos años lleva en el monasterio?
Precisamente el día 11 de mayo hizo 25 años que dejé mi familia e ingresé en el monasterio. En ese momento se me dio una nueva familia con la que me unen fuertes lazos de amor y de amistad.
El tiempo es muy relativo. Por una parte tengo la sensación de llevar aquí toda la vida, y por otra, parece que llegué ayer pues el tiempo vuela, casi ni te das cuenta de que van pasando los días.
3.- Este monasterio es lugar de paso para muchos peregrinos. ¿Cuánta gente os suele visitar a lo largo del mes?
No puedo indicarte un número concreto al mes pues depende de la estación en que nos encontremos. Por ejemplo en los meses de invierno suele pasar muy poca gente. De todos modos, nuestro monasterio no está propiamente situado en el Camino de Santiago, aunque sí se encuentra muy próximo a él. De vez en cuando suelen pasar peregrinos al encontrarse con un cártel que indica que cerca se encuentra un monasterio del siglo XI. Acuden por curiosidad o por amor al arte.
Algunos peregrinos pasan y se quedan a dormir. También vienen en ocasiones grupos organizados que han reservado plaza para hacer un alto en el camino y descansar.
4.- He visto que estáis preparando una experiencia de verano para jóvenes en el que queréis ayudarnos a descubrir y disfrutar el valor del silencio.
¿Crees que a los jóvenes nos faltan valores religiosos o espirituales?
Por supuesto que a la juventud en general le faltan, no solo valores religiosos o espirituales, sino también humanos. Vivimos en una cultura seductora y hedonista que tiende a privilegiar el cuerpo y los sentidos, no el espíritu o la vida interior. Cuando esto ocurre se engendran existencias vacías y superficiales donde se llega a cuidar más la apariencia que lo esencial. El vacío interior, la pérdida de horizonte, el olvido y la ausencia de Dios están provocando en el hombre y la mujer de hoy una fuerte crisis de esperanza, un vacío existencial. Estoy convencida que solo Dios, aunque nos empeñemos sen ignorarlo, puede dar sentido y plenitud a nuestras vidas.
Por supuesto que hay muchos jóvenes en los que los valores espirituales ocupan un lugar importante en sus vidas. De hecho hay muchos comprometidos en tareas sociales, en actitud solidaria con el sufrimiento de la humanidad.
5. ¿Crees que el silencio es un valor? ¿Para qué sirve?
Desgraciadamente vivimos en una cultura de la superficialidad y del ruido. Todo se vive en la epidermis sin ahondar, esto lleva a existencias vacías, sin meta, genera personas sin interioridad, disgregadas.
El silencio es imprescindible para entrar dentro de nosotros mismos y descubrir nuestro “ser”, el “sentido de nuestra vida”, necesario para poder escuchar a los demás, sus sufrimientos, sus problemas, sus gozos. Si estamos siempre llenos de ruidos no podremos apreciar lo que sucede a nuestro alrededor, nos convertimos en personas egoístas, solo atentas a lo nuestro. Es bueno también para conocerse uno mismo, para escuchar la vida, la naturaleza, para descubrir en nuestro interior la presencia de Dios que nos habita. Todo lo creado nos puede hablar pero para poder escucharlo, percibirlo, se necesita hacer momentos de silencio interior e exterior. Es incluso una experiencia terapéutica, sanadora muy necesaria hoy que vivimos en un mundo inmerso en prisas y ruidos.
Termino con una invitación a que degustéis este valor.
“Deja un pequeño margen
para la reflexión,
para el silencio,
entra dentro de ti
y deja atrás
el ruido de la vida.”
1ª.- ¿Por qué has elegido esta vocación?
En un momento de mi vida me sentí llamada por Dios, seducida por la persona de Jesús de Nazaret. Y, después de hacer un largo discernimiento, decidí poner a Dios en el centro de mi vida, embarcarme en la apasionante aventura de seguir a Jesús en la vida monástica. Me atraía su vida, sus sentimientos, su relación y comportamiento con las personas, especialmente con las que más sufrían.
Se que es una vocación no fácil de entender. También resulta difícil explicar lo que se siente cuando una es llamada. En mi caso notaba que a mi vida le faltaba sentido, tenía todo lo que una chica de 25 años podía tener: una carrera universitaria terminada, un novio del que estaba enamorada, amigas, coche, posibilidades para viajar y, sin embargo, me encontraba vacía. Desde el momento en que me encontré con la persona de Jesús y le hice un hueco en mi corazón, todo adquirió una luz nueva y un nuevo sentido.
Al monasterio no me trajo el fracaso ni el miedo a la vida ni la comodidad, me trajo solamente el amor a Jesús y a la humanidad. Si opté por separarme físicamente del mundo, por retirarme, fue porque quería tener unas condiciones de silencio y soledad que me ayudaran a encontrarme con Dios y a seguir de forma radical a Jesús.
Y me traje conmigo, dentro de mi corazón a mis hermanos los, hombres, sus gozos, sus dolores, sus anhelos... Y puedo asegurarte que el vivir desde Dios te acerca mucho más a las personas. Nunca, creo, haber estado tan cerca de mis hermanos y hermanas, ni tan en comunión con las víctimas del mundo de hoy como ahora. Es imposible contemplar a Dios como Padre sin vivir la fraternidad, sin pensar en sus hijos, sin amar sus vidas, sin compartir sus sufrimientos.
2.- ¿Cuántos años lleva en el monasterio?
Precisamente el día 11 de mayo hizo 25 años que dejé mi familia e ingresé en el monasterio. En ese momento se me dio una nueva familia con la que me unen fuertes lazos de amor y de amistad.
El tiempo es muy relativo. Por una parte tengo la sensación de llevar aquí toda la vida, y por otra, parece que llegué ayer pues el tiempo vuela, casi ni te das cuenta de que van pasando los días.
3.- Este monasterio es lugar de paso para muchos peregrinos. ¿Cuánta gente os suele visitar a lo largo del mes?
No puedo indicarte un número concreto al mes pues depende de la estación en que nos encontremos. Por ejemplo en los meses de invierno suele pasar muy poca gente. De todos modos, nuestro monasterio no está propiamente situado en el Camino de Santiago, aunque sí se encuentra muy próximo a él. De vez en cuando suelen pasar peregrinos al encontrarse con un cártel que indica que cerca se encuentra un monasterio del siglo XI. Acuden por curiosidad o por amor al arte.
Algunos peregrinos pasan y se quedan a dormir. También vienen en ocasiones grupos organizados que han reservado plaza para hacer un alto en el camino y descansar.
4.- He visto que estáis preparando una experiencia de verano para jóvenes en el que queréis ayudarnos a descubrir y disfrutar el valor del silencio.
¿Crees que a los jóvenes nos faltan valores religiosos o espirituales?
Por supuesto que a la juventud en general le faltan, no solo valores religiosos o espirituales, sino también humanos. Vivimos en una cultura seductora y hedonista que tiende a privilegiar el cuerpo y los sentidos, no el espíritu o la vida interior. Cuando esto ocurre se engendran existencias vacías y superficiales donde se llega a cuidar más la apariencia que lo esencial. El vacío interior, la pérdida de horizonte, el olvido y la ausencia de Dios están provocando en el hombre y la mujer de hoy una fuerte crisis de esperanza, un vacío existencial. Estoy convencida que solo Dios, aunque nos empeñemos sen ignorarlo, puede dar sentido y plenitud a nuestras vidas.
Por supuesto que hay muchos jóvenes en los que los valores espirituales ocupan un lugar importante en sus vidas. De hecho hay muchos comprometidos en tareas sociales, en actitud solidaria con el sufrimiento de la humanidad.
5. ¿Crees que el silencio es un valor? ¿Para qué sirve?
Desgraciadamente vivimos en una cultura de la superficialidad y del ruido. Todo se vive en la epidermis sin ahondar, esto lleva a existencias vacías, sin meta, genera personas sin interioridad, disgregadas.
El silencio es imprescindible para entrar dentro de nosotros mismos y descubrir nuestro “ser”, el “sentido de nuestra vida”, necesario para poder escuchar a los demás, sus sufrimientos, sus problemas, sus gozos. Si estamos siempre llenos de ruidos no podremos apreciar lo que sucede a nuestro alrededor, nos convertimos en personas egoístas, solo atentas a lo nuestro. Es bueno también para conocerse uno mismo, para escuchar la vida, la naturaleza, para descubrir en nuestro interior la presencia de Dios que nos habita. Todo lo creado nos puede hablar pero para poder escucharlo, percibirlo, se necesita hacer momentos de silencio interior e exterior. Es incluso una experiencia terapéutica, sanadora muy necesaria hoy que vivimos en un mundo inmerso en prisas y ruidos.
Termino con una invitación a que degustéis este valor.
“Deja un pequeño margen
para la reflexión,
para el silencio,
entra dentro de ti
y deja atrás
el ruido de la vida.”
lunes, 24 de mayo de 2010
EDITORIAL: HORIZONTE ARQUEOLÓGICO
Ha terminado la restauración del magnífico Cristo Crucificado del Monasterio de San Salvador de Palacios de Benaver. Por lo que el pequeño barrio sigue en pie es por la historia que se encuentra en el Monasterio.
La talla del Cristo Crucificado del monasterio de San Salvador es una imagen románica, de finales del siglo XII. El Cristo clavado en la Cruz es una talla de madera policromada que preside la iglesia del convento burgalés. Esta impresionante talla policromada es una de los crucifijos más representativos de Castilla Medieval. De tamaño natural, estilizado y con cierto manierismo, su expresión manifiesta el triunfo del Salvador sobre la muerte. El Cristo, no presenta lanzada en el costado, mantiene los ojos abierto y no muestra signos de sufrimiento, como evidencia de su naturaleza divina.
Las estatuas de Palacios no se recomiendan a título de meros documentos iconográficos. Las estatuas son góticas, de gusto sutil y depurado.
Se trata de una de las imágenes románicas más notables de la provincia de Burgos y de la de mayores dimensiones, con más de dos metros y medio de altura es un típico Cristo románico de cuatro clavos y paño largo, de actitud impasible, triunfante (de hecho, la cabeza presenta signos de retallado y repinte que indican que pudo tener corona, aunque esto podría quizás tener que ser revisado a la luz de los descubrimientos hechos durante la restauración).
Dentro de la esquematización habitual de estas imágenes, presenta algunos rasgos naturalistas en el modelado de los músculos. Se puede considerar en resumen, una imagen de gran calidad artística que esta fechada en la segunda mitad del siglo XII.
Por si todo esto no fuera suficiente, durante la restauración se ha descubierto que, tras varias capas de repintes sucesivos, se conservaba en buen estado la policromía original románica, que ha sido sacada a la luz. En esta intervención también se ha reconstruido la cruz, ampliándola hasta la forma que pudo tener en origen.
El Cristo ha sido devuelto al monasterio, donde se expone para la devoción de los habitantes del lugar y la admiración de los visitantes.
Siempre son de agradecer esta clase de iniciativas que permiten no solamente la recuperación sino también la divulgación del patrimonio artístico, y que vienen a veces premiadas por sorpresas como el descubrimiento de estas policromías.
Cuando una obra de arte es tan antigua como la que se nos muestra, es algo, muy hermoso lo que motiva a verla y conocer todo sobre ella, como en el caso de esta imagen de Nuestro Señor Crucificado y lo que informan de la imagen que posteriormente apareció en la cruz.
Son imágenes que con los años se van cubriendo por la iluminación del tiempo o por otro tipo de acumulación de materia, me imagino, pero de todos modos es muy hermosa toda la imagen.
Cabe destacar la labor realizada por la Comunidad de religiosas benedictinas del monasterio de San Salvador de Palacios de Benaver quienes han esperado con ansia la llegada de “su” Cristo restaurado por completo
La talla del Cristo Crucificado del monasterio de San Salvador es una imagen románica, de finales del siglo XII. El Cristo clavado en la Cruz es una talla de madera policromada que preside la iglesia del convento burgalés. Esta impresionante talla policromada es una de los crucifijos más representativos de Castilla Medieval. De tamaño natural, estilizado y con cierto manierismo, su expresión manifiesta el triunfo del Salvador sobre la muerte. El Cristo, no presenta lanzada en el costado, mantiene los ojos abierto y no muestra signos de sufrimiento, como evidencia de su naturaleza divina.
Las estatuas de Palacios no se recomiendan a título de meros documentos iconográficos. Las estatuas son góticas, de gusto sutil y depurado.
Se trata de una de las imágenes románicas más notables de la provincia de Burgos y de la de mayores dimensiones, con más de dos metros y medio de altura es un típico Cristo románico de cuatro clavos y paño largo, de actitud impasible, triunfante (de hecho, la cabeza presenta signos de retallado y repinte que indican que pudo tener corona, aunque esto podría quizás tener que ser revisado a la luz de los descubrimientos hechos durante la restauración).
Dentro de la esquematización habitual de estas imágenes, presenta algunos rasgos naturalistas en el modelado de los músculos. Se puede considerar en resumen, una imagen de gran calidad artística que esta fechada en la segunda mitad del siglo XII.
Por si todo esto no fuera suficiente, durante la restauración se ha descubierto que, tras varias capas de repintes sucesivos, se conservaba en buen estado la policromía original románica, que ha sido sacada a la luz. En esta intervención también se ha reconstruido la cruz, ampliándola hasta la forma que pudo tener en origen.
El Cristo ha sido devuelto al monasterio, donde se expone para la devoción de los habitantes del lugar y la admiración de los visitantes.
Siempre son de agradecer esta clase de iniciativas que permiten no solamente la recuperación sino también la divulgación del patrimonio artístico, y que vienen a veces premiadas por sorpresas como el descubrimiento de estas policromías.
Cuando una obra de arte es tan antigua como la que se nos muestra, es algo, muy hermoso lo que motiva a verla y conocer todo sobre ella, como en el caso de esta imagen de Nuestro Señor Crucificado y lo que informan de la imagen que posteriormente apareció en la cruz.
Son imágenes que con los años se van cubriendo por la iluminación del tiempo o por otro tipo de acumulación de materia, me imagino, pero de todos modos es muy hermosa toda la imagen.
Cabe destacar la labor realizada por la Comunidad de religiosas benedictinas del monasterio de San Salvador de Palacios de Benaver quienes han esperado con ansia la llegada de “su” Cristo restaurado por completo
ARTICULO: EL CRISTO DE PALACIOS DE BENAVER, RESTAURADO
Gloria Martínez, directora de C.B. Restauración, S.L.
Las monjas benedictinas del convento de San Salvador, en la localidad de Palacios de Benaver, custodian desde hace más de 900 años una talla de estilo románico, fechado en la primera mitad del siglo XII, que representa un Cristo Crucificado de tamaño natural. El origen de este Cristo está envuelto en un mundo de leyendas, su origen se relaciona con Fernán González y con los primeros condes de Castilla.
La imagen de esta talla se fue modificando por sucesivas policromías a lo largo de los años para acomodarla a los cambios estéticos y de concepción religiosa. En una intervención reciente promovida por la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, el Crucificado ha recuperado su esencia románica oculta tras las sucesivas capas de pintura.
El principal problema a la hora de restaurar esta interesante pieza era la de intentar recuperar la autenticidad de su imagen, es decir buscar una coherencia estilística entre la talla, la cruz y las sucesivas policromías.
Tras las primeras pruebas se identificaron cinco capas de policromía, tres en el paño de castidad y otras cinco en la cruz.
Un estudio y valoración de estas capas añadidas y su estado de conservación se optó por eliminarlas hasta llegar a la primera policromía románica, que presentaba un estado de conservación excepcional. Esto implicó la desaparición de capas muy antiguas, con valor por sí mismas. Al eliminar las policromías se pudieron detectar elementos modificados en la talla como la recolocación de los brazos respecto al torso, el relleno de heridas y llagas del torso o injertos de madera en pies y manos.
Otro interesante hallazgo durante la restauración fue la aparición de una representación del Agnus Dei en la cruz. Ésta había sufrido diversas modificaciones para permitir su uso continuado, se había reducido el tamaño de los brazos porque la madera presentaba un ataque de insectos. En el siglo XVIII la cruz se recorta aún más para incorporar el Crucificado a un retablo.
Tras la aparición de estos datos se planteó la posibilidad de reconstruir el volumen de la cruz para recuperar la plástica netamente románica de la imagen en la que participa plenamente la cruz, recuperando así sus proporciones. Se reconstruyó lo faltante con la misma madera de que está hecha la cruz y se reintegró cromáticamente esta zona añadida con una técnica el punteado.
Se produce una inversión 46.572,00 € .Tiene unas dimensiones de 2,76 metros de altura, 2,23 metros de ancho y entorno a 40 centímetros de fondo. La pieza mantiene el modelo de Cristo Románico, con los pies clavados por separado. El Cristo, no presenta lanza en el costado, mantiene los ojos abiertos y no muestra signos de sufrimiento, como evidencia de su naturaleza divina.
Así se llega a recuperar la esencia histórica y estética de una obra medieval.
Las monjas benedictinas del convento de San Salvador, en la localidad de Palacios de Benaver, custodian desde hace más de 900 años una talla de estilo románico, fechado en la primera mitad del siglo XII, que representa un Cristo Crucificado de tamaño natural. El origen de este Cristo está envuelto en un mundo de leyendas, su origen se relaciona con Fernán González y con los primeros condes de Castilla.
La imagen de esta talla se fue modificando por sucesivas policromías a lo largo de los años para acomodarla a los cambios estéticos y de concepción religiosa. En una intervención reciente promovida por la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, el Crucificado ha recuperado su esencia románica oculta tras las sucesivas capas de pintura.
El principal problema a la hora de restaurar esta interesante pieza era la de intentar recuperar la autenticidad de su imagen, es decir buscar una coherencia estilística entre la talla, la cruz y las sucesivas policromías.
Tras las primeras pruebas se identificaron cinco capas de policromía, tres en el paño de castidad y otras cinco en la cruz.
Un estudio y valoración de estas capas añadidas y su estado de conservación se optó por eliminarlas hasta llegar a la primera policromía románica, que presentaba un estado de conservación excepcional. Esto implicó la desaparición de capas muy antiguas, con valor por sí mismas. Al eliminar las policromías se pudieron detectar elementos modificados en la talla como la recolocación de los brazos respecto al torso, el relleno de heridas y llagas del torso o injertos de madera en pies y manos.
Otro interesante hallazgo durante la restauración fue la aparición de una representación del Agnus Dei en la cruz. Ésta había sufrido diversas modificaciones para permitir su uso continuado, se había reducido el tamaño de los brazos porque la madera presentaba un ataque de insectos. En el siglo XVIII la cruz se recorta aún más para incorporar el Crucificado a un retablo.
Tras la aparición de estos datos se planteó la posibilidad de reconstruir el volumen de la cruz para recuperar la plástica netamente románica de la imagen en la que participa plenamente la cruz, recuperando así sus proporciones. Se reconstruyó lo faltante con la misma madera de que está hecha la cruz y se reintegró cromáticamente esta zona añadida con una técnica el punteado.
Se produce una inversión 46.572,00 € .Tiene unas dimensiones de 2,76 metros de altura, 2,23 metros de ancho y entorno a 40 centímetros de fondo. La pieza mantiene el modelo de Cristo Románico, con los pies clavados por separado. El Cristo, no presenta lanza en el costado, mantiene los ojos abiertos y no muestra signos de sufrimiento, como evidencia de su naturaleza divina.
Así se llega a recuperar la esencia histórica y estética de una obra medieval.
REPORTAJE: UN RINCÓN OLVIDADO EN LA VIEJA CASTILLA
El Monasterio de San Salvador, en Palacios de Benaver, es sin duda una grata sorpresa para todos los peregrinos y viajeros que se aproximan hasta sus muros. Este monasterio, remota su creación a los primeros siglos de la Cristiandad en España. S.
De los 28 monasterios religiosas benedictinas existentes en España, el de Palacios de Benaver es quizás uno de los menos conocidos y sin embargo no de los menos interesante.
El Monasterio de San Salvador se sitúa en el costado oriental a unos 20 Km. de Burgos. El clima de esta zona es de tipo continental, meseteño, por ser ésta una región de páramos, de vientos norteños y del oeste, con inviernos largos y fríos y veranos cortos y calurosos. El Monasterio, no obstante, se halla protegido al abrigo de los vientos fríos, al pie de las colinas de donde desciende un manantial.
El nombre de Palacios parece provenir de la residencia real que Fernando III el Santo poseía en esta zona. El rey acostumbraba a retirarse a descansar del bullicio de la corte y según la crónica, rezaba con las monjas que habitaban un convento próximo. Es también posible que el Monasterio fuera visitado en el año 1218 por Santo Domingo de Guzmán.
El primer documento histórico que cita este monasterio es del año 1231, como patrimonio de la
Casa de Lara y ya habilitado por monjas benedictinas. Al morir el Conde de Lara, sus hijas, teniendo el convento por herencia, pero estando casadas en tierras lejas, vendieron sus derechos al Obispo de Burgos, Don Juan, que era en esa ocasión Canciller Mayor del Reino.
Casa de Lara y ya habilitado por monjas benedictinas. Al morir el Conde de Lara, sus hijas, teniendo el convento por herencia, pero estando casadas en tierras lejas, vendieron sus derechos al Obispo de Burgos, Don Juan, que era en esa ocasión Canciller Mayor del Reino.
En 1470, encontramos un nuevo documento en el que el rey Enrique IV da su conformidad a la anexión de Santa Cruz de Valcárcel a la abadía, con lo que la superficie patrimonial del monasterio abarcaba más de 80 pueblos. En esa época, en el siglo XV, el poder del Monasterio llegó a ser inmenso, convertido en la práctica en un Señorío Feudal. La jurisdicción permitía a la Abadesa elegir y nombrar Alcaldes en Palacios, Valcárcel y Montorio, pudiendo romper su clausura para ir a visitar las tierras, pedir cuentas y sancionar patrimonios.
De esta época datan los curiosos tributos que el Monasterio percibía de sus vasallos y vecinos. Así las CALOÑAS o tributos de Señoríos, el YANTAR consiste en la entrega de una gallina por Navidad, el NUNCIO que se pagaba a la muerte de un vasallo y la mañería, por la cual la abadía heredaba una parte o bien la totalidad de la herencia de quien, al morir, no tuviera descendencia.
Los siglos XVI, XVII y XVII fueron de relativa calma para y prosperidad para el Monasterio de San Salvador. Las preocupaciones mundanas apenas vinieron a tumbar la paz secular del convento. El Padre Flórez, autor de la “España Sagrada”, cita que estuvo en el Archivo de la Abadía de Palacios.
Los conflictos y turbulencias del siglo XIX, tampoco hicieron mella en la vida monástica. La Desamortización, que tan nefasta fue para la vida de los monasterios españoles, apenas afectó a éste de San Salvador, que estuvo permanentemente habilitado, si bien perdió gran parte de sus posesiones.
A finales de la pasada centuria, se creó el Colegio para niños, que luego se denominó Escuela- Hogar, que aún hoy perdura y que se componía de dos secciones: un colegio- internado comarcal y un colegio externo para el pueblo de Palacios.
A raíz de la refundación de la Abadía de Santo Domingo de Silos, se inició una estrecha relación entre ambas comunidades benedictinas, fruto de la cual es la especial dedicación que el Canto Gregoriano goza en Palacios.
Aunque la leyenda pretende remontar el convento de Palacios de Benaver al siglo VI, lo cierto es que los restos conservados son bastante más modernos: la iglesia es fruto de diversas intervenciones que abarcan desde lo románico hasta lo renacentista, y el convento propiamente dicho es una obra clasicista.
La iglesia eclesiástica presenta al exterior una traza compleja por la mezcla de elementos de distintas épocas, si bien su plano general corresponde al gótico del siglo XIII. Tiene un ábside semicircular en el que se halla el retablo mayor, obra del siglo XVIII, con numerosas imágenes de santos en nichos. En el presbiterio se halla una interesante pintura barroca en la que se narra el legendario martirio de la comunidad de monjas por los sarracenos. En el absidiolo de la cabecera se halla la capilla de los Manrique. En ella se encuentra el sepulcro de Garci Fernández Manrique, Teresa de Zúñiga y su primogénito Pedro Fernández de Manrique, restauradores del convento a finales del siglo XIII. Sus estatuas yacentes están talladas en madera de nogal y fueron realizadas a comienzos del siglo XIV.
Entre las obras del convento sobresale el impresionante Cristo románico tallado en madera, realizado a finales del siglo XII. Es una talla de tamaño natural, estilizada y con cierto aire manierista.
El convento guarda una imagen de una Virgen gótica de marfil, que representa a Nuestra Señora de Trapani, cuya antigüedad puede remontarse a la primera mitad del siglo XIV.
El claustro mantiene la austeridad del conjunto, con arcos que descansan en pilastras sin capitel ni adornos, salvo una imposta rectangular y llana. Hay algunas tablas con relieves de gran valor artístico, algunas de las cuales se cree que pertenecieron al primitivo altar mayor del siglo XVI.
En cuanto a la Comunidad de religiosas diremos que la formada por las de Palacios, esta compuesta hoy en día por una de religiosas.
El claustro mantiene la austeridad del conjunto, con arcos que descansan en pilastras sin capitel ni adornos, salvo una imposta rectangular y llana. Hay algunas tablas con relieves de gran valor artístico, algunas de las cuales se cree que pertenecieron al primitivo altar mayor del siglo XVI.
En cuanto a la Comunidad de religiosas diremos que la formada por las de Palacios, esta compuesta hoy en día por una de religiosas.
Sigue la Regla de San Benito (480-547 A.D.), Patriarca de los monjes de Occidente, cuyo espíritu fue extendiéndose por Europa paulatinamente. Un grupo de fieles cristianas sienten la llamada de Dios y deciden vivir en comunidad, a la búsqueda de un medio ambiente propicio para el desarrollo de esa vocación. Y como norma de vida en común eligen esa regla milenaria que ha demostrado su eficacia a lo largo de los siglos.
Prescindiendo de los servicios que prestan con su trabajo en las diversas actividades que ejercen dentro del monasterio, es evidente que las monjas y monjes benedictinos, tanto en Benaver como en los demás monasterios, realizan una función especialmente social, pues se consagran fundamentalmente al servicio de Dios en la meditación continua de su Palabra y en la alabanza divina, obra que realizaban en nombres de toda la Humanidad y que responde al fin último de la creación, ya que Dios creó al hombre para su servicio y gloria.
La labor cotidiana de toda comunidad benedictina debe encaminarse hacia la alabanza a Dios por medio de Nuestro Señor Jesucristo, en comunidad y por medio de una liturgia ofrecida con diligencia y perseverancia. Por otra parte, señala el fundador, los símbolos e instrumentos del trabajo benedictino han de ser la Cruz, los libros y el arado, significando así la labor manual, intelectual y artística, llevada a cabo fielmente y en silencio interior y exterior.
Resumiendo las funciones de la vida monástica podemos decir que las aportaciones son: ofrecer alabanza, oración y sacrificio por las necesidades de toda Humanidad; desarrollar el patrimonio cultural, artístico y espiritual y por último brindar un lugar de retiro, lleno de paz y silencio.
La vida dentro del Monasterio está admirablemente ordenada. Es equilibrada, simple, austera, recogida. Vida muy propicia al florecimiento de la vida espiritual y a la práctica de las virtudes cristianas y la oración.
Resumiendo las funciones de la vida monástica podemos decir que las aportaciones son: ofrecer alabanza, oración y sacrificio por las necesidades de toda Humanidad; desarrollar el patrimonio cultural, artístico y espiritual y por último brindar un lugar de retiro, lleno de paz y silencio.
La vida dentro del Monasterio está admirablemente ordenada. Es equilibrada, simple, austera, recogida. Vida muy propicia al florecimiento de la vida espiritual y a la práctica de las virtudes cristianas y la oración.
La regla de oro de San Benito, el famoso, “ora et Labora”, es seguida de forma escrupulosa. Por lo que respecta a la oración, siete veces al día, según prescribe la regla benedictina, acuden las religiosas al coro para la celebración comunitaria de la Liturgia de las Horas y la Santa Misa. Pero además de la oración en comunidad, liturgia, hay un tiempo dedicado a la oración privada, la meditación, la lectura espiritual y la oración personal.
En cuanto al trabajo, cada religiosa tiene encomendada una labor determinada, a la que dedica sus mayores empeños, teniendo en cuenta su preparación, la edad o las condiciones físicas. La enseñanza en el Colegio adjunto, la limpieza y el mantenimiento de las instalaciones conventuales, la cocina, la huerta, el taller de confección, la artesanía, la atención y cuidado de la Hospedería, la administración, el estudio…, éstas y otras son algunas de las tareas que realizan a diario las religiosas que hoy en día habitan el Monasterio de San Salvador de Palacios de Benaver. Todo ello con una alegría que sorprende al visitante, alegría que es el fruto de la paz interior y de la unión permanente con Dios.
Muchas comunidades benedictinas ofrecen la posibilidad de compartir, siquiera sea por unos días, su vida de trabajo y oración. Para ello han creado hospederías adjuntas al Monasterio, con el fin de alojar a quienes lo deseen, habitualmente por módicos precios.
Esta comunidad de Palacios no es una excepción. En lo que fuera antaño establo de ganado, se han acondicionado nueve excelentes habitaciones, dobles o individuales, algunas con baño completo. Los huéspedes son atendidos por la Hermana Hospedera, quien sirve además las comidas, desayuno, almuerzo, merienda y cena, en el comedor contiguo. La cocina del Monasterio de Palacios está considerada como una de las mejores entre los monasterios de esta zona, tanto por la calidad y cantidad de comida, como por la originalidad de sus recetas, algunas muy antiguas.
Los huéspedes pueden asistir, si lo desean, a los actos litúrgicos de la comunidad en la iglesia monástica. La comunidad espera de los huéspedes el comportamiento requerido por la vecindad de la clausura, aplicando de forma estricta las normas marcadas al efecto y asistiendo puntualmente a los horarios señalados para las comidas y la hora del cierre. Los huéspedes también tienen a su alcance una variada posibilidad de realizar visitas, paseos y excursiones, durante sus horas de ocio.
Los huéspedes pueden asistir, si lo desean, a los actos litúrgicos de la comunidad en la iglesia monástica. La comunidad espera de los huéspedes el comportamiento requerido por la vecindad de la clausura, aplicando de forma estricta las normas marcadas al efecto y asistiendo puntualmente a los horarios señalados para las comidas y la hora del cierre. Los huéspedes también tienen a su alcance una variada posibilidad de realizar visitas, paseos y excursiones, durante sus horas de ocio.
En los contornos del monasterio pueden realizarse diversos paseos a pie o en bicicleta, de corta duración.La tradición jacobea de Palacios sigue viva y se perpetúa de forma explícita en la acogida que a todo caminante, peregrino o viajero.
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